Un hombre de Barrio
Son las 4.30 de la mañana, suena el despertador a cuerdas;
redondo, con dos pequeñas patas de apoyo. En la parte superior posee una
campañilla, las agujas grandes van marcando el tic tac y en el reverso dos
manivelas; una para darle cuerda y otra para ponerlo en hora. Es de color
celeste. Herencia paterna. Virgilio se prepara para la jornada laboral. Es
viernes y son siempre especiales, pero para él tiene otra connotación. Pone la
pava al fuego, mientras se higieniza; afeita y marca bien el fino bigote. Su
mujer le alcanza un mate amargo. Sonríe y agradece. Sobre su mano derrama
colonia para luego pasarla por el rostro.
Entre mate y mate, prepara el bolso; ropa de trabajo, enceres de higiene y el sobre
de papel madera, allí coloca el folio y los papeles con los cuales trabajó en
la noche. Pasa por la pieza de su nieta, la tapa y le da un beso en la frente.
La mira, respira hondo. Su esposa lo
observa desde la puerta, apoyada en el marco, sosteniendo el mate con las manos
sobre su pecho. Al pasar, la acaricia con su mano áspera en la mejilla. Va por la bicicleta que se encuentra en el
galpón, los perros ladran, se escuchan gritos y puteadas. En el cielo aún
pueden verse las estrellas. Limpia la bicicleta, se acomoda la mochila, el
bolso y se despide de su compañera con un beso.
Virgilio va a recorrer cuatro cuadras de tierra antes de
llegar al camino pavimentado. En la esquina observa el desorden que dejo la
juntada de los pibes alrededor de una fogata. Latas de cerveza y botellas de
vino barato. Un par de atados de cigarrillos y demás productos de la fumata.
Los perros de la calle llegan primero que los recolectores de residuos y
provocan un basural a cielo abierto. Más adelante, en una casilla, se escucha
música y por la puerta entreabierta se ve que juegan a las cartas. Virgilio
sigue adelante, algún que otro perro le sale al cruce. Antes se alcanzar el
asfalto se encuentra con un grupo de jóvenes y no tan jóvenes. Uno lo para y le
pide plata para la birra. Se acerca otro, ya más grande y retira al pibe
– Dale boludo, deja al hombre que va a laburar.
Aún le quedan unos
veinte minutos antes de llegar a la estación de Merlo. Lleva muchos años
recorriendo el mismo camino y con la misma bicicleta, aunque alguna que otra
vez quisieron robársela.
Virgilio llega a la guardería y deja allí la inglesa roja. Sube por el andén y espera el
tren a Moreno. Viaja en sentido contrario para luego volver e ir sentado. Al
encontrarse con sus compañeros de viaje los saluda:
– ¡Buen día muchachos!
Los cuatro se sientan
en el mismo vagón de siempre. El Sarmiento se fue llenando estación tras
estación. La particularidad de Virgilio es que se duerme apenas arranca el tren,
así fue siempre. Mientras unos conversan o escuchan música, él duerme. A la
altura de la estación Haedo, el chueco nota que su amigo se mueve inquieto en
el asiento, luego esboza una sonrisa y por momento deja caer una lágrimas. El
chueco toca con el pie a su compañero y le hace un gesto de ¿qué pasa?, el otro
se encoje de hombros. El chueco Acosta, toca suave con su codo el brazo de su
amigo que duerme. El hombre se despierta y pasa sus manos por ambos ojos y
cara, suspira. El chueco le pregunta:
- ¿Qué pasa amigo?
V– Nada, solo soñaba con el día que nació mi nieta.
A– Hermoso sueño…Los nietos tienen ese don de la alegría
A– ¿Imagino que las cosas andan bien?
V– Digamos que sí… ¿Por dónde estamos?
A– Llegando a Ciudadela.
A – ¿Todavía está con ustedes?
V–Si, si… tres años ya…Y el mes próximo cumple los trece, la
abuela a pleno preparando todo para el festejo.
A– Me imagino… ¡Che!, ¿tu piba volvió?
V– No, sigue con su nueva pareja y viene de vez en cuando,
con Yamila habla seguido por teléfono
A–Y el chabón, ¿Llega a tú casa?
V–Para nada, en la última charla le deje bien en claro lo
que pienso de él y que no lo quería ni ver
A– ¡una mierda
bárbara!
V– Y si, la nena aún
le tiene miedo…
V– Existen cosas que
no se comprenden hermano… Maltratar así a una criatura… y después te lo quieren
justificar con que lo había suspendido en la fábrica hasta nuevo aviso… La nena
se quiso venir con nosotros y ahí esta…
El guarda anuncia la
próxima estación Liniers y ellos se preparan a descender. Hoy se van caminando
las siete cuadras hasta la fábrica muy animados en la charla. Es una mañana
agradable y el sol viene asomando entre los edificios.
El último día de la semana laboral se trabaja distendido y
con ánimo de viernes. Al medio día, durante el almuerzo, Virgilio llama a su
esposa para saber cómo anda todo. También aprovecha para darle otra ojeada al
escrito. El chueco le sacude la cabeza y le dice
– va a salir todo
bien doctor y se ríe.
A las dieciocho horas
ya están de regreso en Merlo. Virgilio retira la bicicleta y se va por Av.
Libertador rumbo al mástil, allí llega a la confitería Astur y pide un café.
Saca del sobre la carpeta. Vuelve a leer una y otra vez la monografía que le
solicito el profesor de filosofía, cuatro años estudió de noche, y hoy si
aprueba el escrito va a alcanzar su más
preciado anhelo, tener el título de la escuela secundaria.